Desde hace ya muchos años, la expansión mundial del negocio del papel y la celulosa viene cubriendo millones de hectáreas de tierra con monocultivos de árboles a gran escala. Disfrazados en general como “bosques”, estos “desiertos verdes” han invadido vastos territorios y ecosistemas ricos, principalmente del Sur global.
La FAO contribuyó en gran medida con la distorsión al incluir las plantaciones de árboles en su definición de bosques, bajo la categoría de “bosques plantados”. Otros órganos de la ONU – como el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) – adoptaron la definición de la FAO.
Pero para las comunidades cuya tierra, suelo, recursos hídricos, medios de vida y cultura han sufrido graves impactos a causa de los monocultivos de árboles, y para los grupos sociales y ambientales que están al tanto de la rica biodiversidad del bosque y de la vida estéril de una plantación industrial de árboles, la diferencia entre ambos es evidente.
Fuertes voces denuncian de manera creciente que “las plantaciones no son bosques”. Recientemente, la Asociación para la Biología Tropical y la Conservación (ATBC por su nombre en inglés) – una gran asociación profesional mundial sobre bosques tropicales – lanzó una resolución exhortando a la ONU a cambiar su definición de “bosque”, la cual incluye las plantaciones de árboles (ver artículo en este mismo número).
El contar con una definición de bosque verdadera y genuina es crucial para el futuro de los bosques del mundo, lo cual representa el futuro de una gran parte de la biodiversidad terrestre y, finalmente, de la vida sobre la Tierra, incluyendo a los seres humanos.
Sin embargo, los bosques han sido objeto de una creciente explotación por parte de intereses corporativos que ven la rica complejidad de los bosques desde un punto de vista reduccionista. Para los pueblos del bosque, estos no sólo les proveen de alimentos, vestimenta, medicina, combustible y medios de vida, sino que también es la escuela de sus hijos y el lugar de descanso de sus ancestros. Mientras tanto, para las grandes empresas madereras, petroleras, mineras, farmacéuticas o productoras de celulosa y papel, este ecosistema rico en biodiversidad se convierte simplemente en una fuente de un solo componente rentable – ya sea madera, petróleo, oro, diamantes o recursos bioenergéticos.
El enfoque reduccionista de los bosques se trasladó recientemente hacia un “producto” aún menos tangible llamado carbono. Como resultado de esto, los bosques se han convertido en sinónimo de “carbono almacenado” que podría ser comercializado en el mercado mundial de carbono a través de un mecanismo llamado REDD (Reducción de Emisiones provenientes de la Deforestación y la Degradación forestal). REDD se ha transformado entonces en uno de los principales temas discutidos por los gobiernos en la Convención de la ONU sobre Cambio Climático.
Varias rondas de negociaciones sobre el clima se están llevando a cabo en un esfuerzo por alcanzar un acuerdo en la próxima Conferencia sobre Cambio Climático que tendrá lugar en Cancún, México, a fines de este año. Sin embargo, hasta ahora los principales resultados de dichas negociaciones tienen que ver con la definición de lineamientos para la evaluación e información sobre el carbono, y con una contabilidad “creativa” que podría permitir que los países contaminadores no sólo evadan toda obligación de reducción sino que además aumenten sus emisiones sin tener que responsabilizarse por las mismas.
Por otra parte, se están ignorando propuestas reales para enfrentar el cambio climático, como las acordadas en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, celebrada en Bolivia, en abril de 2010.
El Acuerdo de los Pueblos pone un gran énfasis en que “La definición de bosque utilizada en las negociaciones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, la cual incluye plantaciones, es inaceptable.Los monocultivos no son bosques. Por lo tanto, exigimos una definición con miras a la negociación que reconozca los bosques nativos, la selva y los diversos ecosistemas de la tierra.”
Rechazando “el ilegítimo “Entendimiento de Copenhague”, que permite a [los] países desarrollados ofertar reducciones insuficientes de gases de efecto invernadero, basadas en compromisos voluntarios e individuales” y “los mecanismos de mercado, como el mecanismo de REDD (Reducción de emisiones por la deforestación y degradación de bosques) y sus versiones + y ++”, el Acuerdo exhorta a que la próxima Conferencia sobre Cambio Climático a realizarse en Cancún apruebe “la enmienda al Protocolo de Kioto, para el segundo período de compromisos a iniciarse en 2013 a 2017 en el cual los países desarrollados deben comprometer reducciones domésticas significativas de al menos el 50% respecto al año base de 1990 sin incluir mercados de carbono u otros sistemas de desviación que enmascaran el incumplimiento de las reducciones reales de emisiones de gases de efecto invernadero.”
El gobierno de Bolivia presentó una propuesta a la Secretaría de la CMNUCC incorporando el contenido principal del Acuerdo de los Pueblos y presionando para que las propuestas clave sean incluidas en las negociaciones. Sin embargo, el nuevo texto producido por la Secretaría no incluye ninguna de dichas propuestas.
Los pueblos del bosque también están haciendo escuchar sus voces. Las comunidades Baka, Bagyely y Bakola de Camerún, cuyo gobierno está buscando financiamiento del Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques del Banco Mundial para establecer proyectos REDD, han enfatizado recientemente su desconfianza en los proyectos REDD (ver artículo en este mismo número).
Mientras el paradigma de desarrollo dominante a nivel global es desafiado por la actual crisis climática, sus fuerzas conductoras son reacias al cambio. Es así que se inventan “soluciones” para el cambio climático que implican el comercio y las compensaciones de carbono y el uso de los mercados como mecanismo financiero para programas y acciones. Tales incentivos de negocios para grandes empresas no sólo no logran promover un cambio en los procesos y actores que se encuentran en la base de la crisis climática – en especial las grandes empresas – sino que además contribuyen a mantener los “negocios habituales” y a demorar la toma de medidas necesarias de forma urgente: cortar de raíz las emisiones provenientes de los combustibles fósiles.
Contacto: whernanlarah@gmail.com
lunes, 9 de agosto de 2010
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